15 de abril de 2012

¿Existe el amor y el deseo después del matrimonio o de un largo noviazgo?


Ya sea que estemos casados o en un prolongado y comprometido noviazgo, el desenamoramiento es siempre una amenaza latente.
Algunos encuentran la respuesta en la química cerebral: durante el enamoramiento se segregan unas hormonas, que nos llevan a sentirnos totalmente encantados con el otro. Cuando dejan de segregarse al cabo de unos años, se termina “el encanto”. ¿Pero es así? ¿Podemos atribuir el desamor sólo a causas químicas?
Estamos seguros de que hay más que eso… Y es una suerte!!! Porque el amor no está irremediablemente condenado al fracaso, porque la mayor parte depende de nosotros… El desenamoramiento no es algo que simplemente sucede y sobre lo cual nada podemos hacer.

1. Damos al otro por sentado: es bastante usual que después de casarnos, demos al otro por “sentado”, como “algo seguro”. Sensación que suele hacerse más intensa cuando

tenemos hijos. Firmamos un documento que sentencia que a partir de esta fecha “me perteneces”; ahora que somos padres “tienes que estar conmigo por ellos”. Con toda honestidad: ¿Qué sentimiento amoroso puede crecer dentro de la obligación y la falta de libertad?
Si vemos al matrimonio como institución, entonces podemos “obligar” al otro a que se mantenga dentro de él. De hecho, hay leyes que lo respaldan. Pero no hay ninguna ley que nos “obligue” a amar al otro; y por supuesto, que obligue a nuestra pareja a que nos ame.
Debemos comprender que el matrimonio es sólo el comienzo de una etapa en la vida de los enamorados: NUNCA DEBE SER EL OBJETIVO EN SÍ MISMO, porque entonces, una vez alcanzado, también es su FINAL.

2. Nos acomodamos en la seguridad: Nos casamos… Hora de sacarnos los tacones y ponernos las chancletas… ¡Qué alivio!
Osho, el famosísimo gurú indio, al respecto dice: “Creemos que el matrimonio es suficiente Nos esforzamos en mantener la institución: pero ¿qué hay de esforzarnos en mantener el amor? Los amantes crecen porque tienen que enfrentar desafíos a cada momento, y no hay seguridad. Tienen que recrear continuamente el amor. Con seguridad no tenemos la necesidad de crear nada…”

3. Dejamos de sorprendernos: Había una vez en que las cosas que hacía y decía nuestra pareja nos llenaban de admiración. ¿Se acuerdan de ese cuentito? Luego lo convertimos en “nuestro esposo o esposa”. Y desde el mismo momento en que definimos al otro como “mi esposo” lo despojamos de TODOS sus otros encantos y roles que tiene en la vida. Asumimos que sobre el otro ya lo sabemos todo, lo volvemos predecible y juramos que ya sabemos cómo es y cómo va a reaccionar. Y eso es completamente Falso!!!
Así que sigamos descubriendo al otro. Y recordemos que también nosotras somos dignas de ser descubiertas…

4. Somos el rostro de “las malas noticias”: sucede casi inconscientemente, pero nos convertirnos en el rostro de las malas noticias. “La niña tuvo un problema en el colegio… hay que arreglar la humedad de la pared… no me alcanzó el dinero para…”. Si cada vez que abrimos la boca es para decir algo negativo, él nos va a asociar con lo negativo.

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