Las caricias son un lenguaje universal. El ejemplo más amoroso de las
caricias tal vez sea el que le da una madre a su bebé pequeño: lo toca mientras
le da de mamar; para dormirlo, para calmarlo o simplemente, porque le da un
placer inmenso a mamá hacerlo. Las madres instintivamente conocen el Inmenso
Poder de las Caricias.
Entonces: ¿por qué no usamos también ese increíble poder con nuestras
parejas? Usualmente creemos que los hombres quieren ir directo y sin escalas al
coito, y ése es un Mito. A ellos les encanta y necesitan también ser
acariciados, consentidos y estimulados.
Hacer el amor es un “combo completo”, donde no sólo satisfacemos un
deseo sexual, sino que generamos un intercambio de emociones.Imaginemos una caricia suave en los cabellos durante el juego previo o
durante el mismo coito. ¿Qué estamos diciendo? Estamos diciendo: “te mimo, te
entiendo”. Acariciando el rostro, transmitimos “me gustas”. Una caricia profunda y con mucha presencia en el pecho masculino, le
dice “me importas, te consiento”. Con un suave toque en la entrepierna o en los labios, decimos: “te
deseo”. Estos son simples ejemplos. Cada quien tiene sus propios “modismos” en
el lenguaje de las caricias, sus “palabras favoritas” y sus propias emociones
que comunicar.
Si no estamos acostumbrados a acariciar o dejar que nos toquen, se nos
puede hacer un poco difícil al principio. Lo primero es que nos relajemos y empezamos a usar nuestras manos para
empezar a hablar con este poderoso lenguaje. Una buena manera de aprender este
idioma es
cerrar los ojos, para poder concentrarnos en el sentido del tacto. Recuerda que el cuerpo completo está lleno de puntos, de zonas
deliciosas para ser acariciadas. No te apresures en llegar a sus zonas más
erógenas. Porque además de decirle “te deseo” tú quieres comunicarle otras
cosas “cuánto te gusta, cuánto lo quieres, cuánto deseas cuidarlo”. Y ahorita,
sin que salga una sola palabrita de tu boca, le dirás todo esto… con tus manos. Siente su cabello, acaricia sus orejas, sus mejillas… Detente donde
creas necesario y transmítele ese sentimiento para el que las palabras, en
ocasiones, no alcanzan. Percibe las diferentes texturas de su torso… que tu caricia sea casi
imperceptible, casi deslizándote sobre los extremos de sus vellitos…
Déjate llevar por el momento y básicamente SIENTE. Siente a ese
maravilloso ser humano con el cual has decidido conectarte de la manera más
profunda e íntima posible. Desliza tus manos por todo ese cuerpo… y si lo deseas usa también tus
mejillas o tus pestañas para darle suaves toques. Para dimensionar el poder de
estas caricias, imagina que es él quien te acaricia tu rostro o tus senos con
sus mejillas: es innegable el mensaje amoroso. Saber dar y también recibir
El lenguaje de las caricias NO ES UN MONÓLOGO! ES UN
DIÁLOGO, en el cual los dos estamos
hablando. Y hay mujeres que están dispuestas a dar, pero no tan predispuestas a
recibir. ¿Por qué nos ocurre esto? Porque las mujeres nos sentimos con mucha
menos libertad y derecho de SENTIR. Estamos programadas culturalmente a DAR,
como esa madre con su niño. Pero ¿¿¿Recibir??? Nos cuesta y cómo!, con el
aditamento de que para algunas es incómodo ser acariciadas. Dense tiempo… mucho tiempo para acariciarse para que entablen el diálogo
amoroso.
Cuánto más practiquen este idioma, más cosas podrán decirse y
comunicarse. Y en encuentro sexual cobrará otra dimensión. No sólo encontrarán
esa variedad que tanto buscan; sino que estarán de verdad “haciendo el amor”.
*Fuente: Universoalessandra.com
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