7 de septiembre de 2012

Ruptura de relación: ¿cómo no sentirse miserable?


Sí, es duro dejar y quedarse solo cuando te dejan, por muy mal que fuera la relación, es peor cuando te abandonan y te quedas con cara de incredulidad e indefensión. Sí, debemos tener un gen protector y autoengañador que hace que no nos demos cuenta de que la relación toca a su fin aunque se haya reducido a una marea de rutina, discusiones, incomprensión, soledad y desencuentros.
Entre estas emociones y sinrazones las más peligrosas son las ganas de volver a ver. Nadie recomendaría a un fumador o a un alcohólico rehabilitados que dieran una calada o tomaran un traguito para que se le pasaran las ganas y atemperar el ánimo… Lo mismo ocurre en una ruptura: hay que cortar de raíz y dejarlo de golpe porque, al fin y al cabo, el enamoramiento e, incluso, las relaciones, son una forma de adicción, de dependencia.
Rompe el vínculo 

Si seguimos manteniendo el contacto, si miramos su Facebook o su Twitter y analizamos sus nuevas relaciones, si preguntamos por él a conocidos, si propiciamos algún encuentro “por casualidad” o intentamos avistarle (aparte de que empieza a ser acoso), nos estamos haciendo daño. Tampoco vamos a averiguar nada fiable porque en nuestro estado de enajenación mental transitoria entenderemos todo lo que veamos o averigüemos del revés o de la peor forma posible. 
Se ha terminado. Por tanto, soltemos lastres: no guardes emails antiguos ni
fotos ni sms ni nada que te recuerde a ese amor y, si no quieres tirarlo, guárdalo por lo menos (sin mirarlo!) en una carpeta o en un armario escondidos y recónditos.

Si tienes la tentación de escribirle o llamarle para que reconozca tu verdad, no lo hagas. Si no fue capaz de entender tu punto de vista cuando estaban juntos, ¿por qué lo iba a hacer ahora?

Mira tu presente, aspira el futuro. Si no hacemos una limpieza, el sufrimiento intenso puede prolongarse durante meses o años. Seguramente, tras la ruptura, no tendremos ganas de hacer nada ni de ver a nadie –a excepción de nuestras amigas/os para despellejarle entre todos-, pero es importante salir. 

Es normal estar triste y desanimado, pero es importante no dejarse arrastrar por los sentimientos y pensamientos más negativos y plantarles cara. No los reprimas, pero no te revuelques en su miseria. Identifícalos y deséchalos conscientemente. Pueden ser pensamientos del tipo: nunca más volveré a ser feliz, sin él o ella no soy nada, no soporto estar solo, no puedo ser feliz sin alguien a mi lado, hay algo malo en mí. Identifica tus peores pensamientos y rebátelos. Si, por ejemplo, piensas que no volverás a ser feliz sin él, piensa en todo el tiempo que fuiste feliz cuando no le conocías... Si piensas que era el amor de tu vida, rememora los momentos que fuiste desgraciada/o y, especialmente, el episodio de la relación en que te hizo más daño (al fin y al cabo una relación no se acaba de golpe, hay múltiples avisos a los que no les hacemos caso). 

Ahora no es el momento de evaluar tu rlación; cuando hayas calmado tu desesperación, hayas aceptado la ruptura y estés en la fase de recuperación, es el momento de valorar lo positivo y tener en cuenta lo negativo para aprender de tus errores. Y olvidar o incluso perdonar: no tiene arreglo, poco importa ya quien tuviera razón. El odio y el rencor nos hacen daño y nos impiden continuar con nuestra vida y evolucionar. También predestinan al fracaso cualquier acercamiento a o de otras personas.

Después de algunos torbellinos emocionales, la desesperación desaparecerá. Poco a poco dejarás de pensar en tu antiguo amor casi a todas horas, volverás a estar contento, retornarán las ilusiones y la tranquilidad y serás capaz de apreciar los buenos momentos y recordar sólo lo mejor. Si fuiste feliz una temporada, no perdiste el tiempo.

Es un proceso de duelo por el que se debe pasar. No obstante, está en nuestra mano agilizarlo un poco y hacer que no sea tan dramático.

*Fuente: Tuguiasexual.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario

También te puede interesar...