Por Elsy Reyes
El anglicismo Living Apart Together, se utiliza para denominar a parejas que mantienen una relación de compromiso muy similar al matrimonio pero que no cohabitan el mismo domicilio. Existen diversas dinámicas en las cuales por ejemplo comparten algunas noches o los fines de semana en el mismo sitio; pero la mayoría del tiempo viven separados manteniendo a salvo su ‘individualidad’ y evitándose los conflictos de la convivencia bajo el mismo techo.
En la última década el fenómeno ha aumentado y es objeto de estudio en las universidades de Bradford, de Londres, del National Centre for Social Research, quienes lo califican como la mayor transformación de
El anglicismo Living Apart Together, se utiliza para denominar a parejas que mantienen una relación de compromiso muy similar al matrimonio pero que no cohabitan el mismo domicilio. Existen diversas dinámicas en las cuales por ejemplo comparten algunas noches o los fines de semana en el mismo sitio; pero la mayoría del tiempo viven separados manteniendo a salvo su ‘individualidad’ y evitándose los conflictos de la convivencia bajo el mismo techo.
En la última década el fenómeno ha aumentado y es objeto de estudio en las universidades de Bradford, de Londres, del National Centre for Social Research, quienes lo califican como la mayor transformación de
la familia de los últimos siglos y
consideran que su crecimiento tiene un impacto sin precedente en la nueva
estructura social ya que muchos de ellos pueden estar incluso casados y tener
hijos en común.
En otros casos, provenir de divorcios, tener hijos propios que fluctúan en estos ‘dos hogares’, y quizás en los de sus otros padres biológicos quienes también podrían vivir como LAT por su lado. En EU, Inglaterra y España del 10 al 11% de las parejas de 20 a 65 años viven el amor bajo esa modalidad.
Es un obvio producto de la flexibilización de la pareja, el aumento de la esperanza de vida y del divorcio en las sociedades avanzadas, así como la adaptación a las nuevas condiciones económicas y de independencia femenina.
Ahora, siempre nos mueve un poco echarle coco al asunto. Porque no podemos hablar de una creación de intimidad, digamos, conservadora o clásica. Pueden llegar a niveles de intimidad (ese espacio emocional y virtual que sólo pertenece a esos dos miembros de una pareja), mayores que quienes están bajo las mismas vigas y dentro de las mismas ventanas; y que a veces no se voltean a ver ni aunque se topen de frente. Pero al tiempo, no podemos dejar de pensar en ese hiper individualismo que comienza a modificar nuestras conductas. A veces se hace sano y necesario, muy al estilo de Frida y Diego pero en ocasiones, sólo potencializa nuestro pánico a crear verdadera intimidad y compartir todos nuestros espacios y olores. Porque “cuando la cosa se pone fea, agarro mis chones y me voy a mi casa” y me evito el crecimiento (o no) que me da la constante convivencia día y noche.
En otros casos, provenir de divorcios, tener hijos propios que fluctúan en estos ‘dos hogares’, y quizás en los de sus otros padres biológicos quienes también podrían vivir como LAT por su lado. En EU, Inglaterra y España del 10 al 11% de las parejas de 20 a 65 años viven el amor bajo esa modalidad.
Es un obvio producto de la flexibilización de la pareja, el aumento de la esperanza de vida y del divorcio en las sociedades avanzadas, así como la adaptación a las nuevas condiciones económicas y de independencia femenina.
Ahora, siempre nos mueve un poco echarle coco al asunto. Porque no podemos hablar de una creación de intimidad, digamos, conservadora o clásica. Pueden llegar a niveles de intimidad (ese espacio emocional y virtual que sólo pertenece a esos dos miembros de una pareja), mayores que quienes están bajo las mismas vigas y dentro de las mismas ventanas; y que a veces no se voltean a ver ni aunque se topen de frente. Pero al tiempo, no podemos dejar de pensar en ese hiper individualismo que comienza a modificar nuestras conductas. A veces se hace sano y necesario, muy al estilo de Frida y Diego pero en ocasiones, sólo potencializa nuestro pánico a crear verdadera intimidad y compartir todos nuestros espacios y olores. Porque “cuando la cosa se pone fea, agarro mis chones y me voy a mi casa” y me evito el crecimiento (o no) que me da la constante convivencia día y noche.
*Fuente: Elsyreyes.com
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