Cuando dos personas se unen en un tipo de relación sentimental,
vinculados por el amor, llegan a la relación con un mundo creado por
costumbres, tradiciones, razones que algunas se tienen que negociar y otras hay
que soportarlas.
Por ejemplo: Él puede llegar con una tradición de
jugar béisbol los fines de semana, o de ir a ver los juegos de fútbol y beberse
unos tragos con los amigos en un lugar donde hay pantalla gigante, mientras
ella tiene la costumbre de juntarse con las amigas los viernes.
Esto se complica cuando se formaliza una relación
de pareja y se quiere continuar con la rutina, poniéndola dentro de las
condiciones de inicio.
Al principio todo va bien, hasta un día, que
puede
traer problemas. Lo que al principio se percibía como simples llegadas tardes,
o como “el tiempo de él o de ella”, puede pasar a ser un tercero en la cama o
en la relación de dos, así como el celular, el chateo, los juegos electrónicos
en el móvil, la televisión, que además de estar encendida, el control es
propiedad exclusiva de uno de ellos (en caso en que sean una pareja viviendo
bajo un mismo techo).
Qué decir del internet y las páginas web, las redes
sociales, las amistades virtuales o llevar trabajo a la casa, o a los momentos
de las citas con nuestra pareja.
Los
códigos plurales que nos han traído la modernidad y la globalización con la
intención de actualizarnos y unirnos, han conllevado el germen de un nuevo
fenómeno: “estar juntos, pero distantes”, embobados en las pantallas, sin oír
ni ver para los lados, fuera del mundo, dando respuesta a las demandas de los
nuevos avances.
Es un nuevo tipo de adicción, así como las drogas,
que hace que las personas se sientan necesitados de comunicarse más con los
terceros, los nuevos, los ausentes, que con las realidades concretas que le
rodean y donde está la pareja como algo seguro, hace a muchos darle prioridad a
lo que no lo está.
Estas nuevas realidades que son buenas de inicio,
no pueden dejarse pasar por debajo de la puerta sin darnos cuenta de que a la
larga hacen daño a la vida de pareja y a la comunicación. Lo primero es tomar
conciencia de que están y de cómo actúan, para que se ponga en la agenda de los
dos, y que ambos estén atentos ante su aparición.
Si
se asumen como un enemigo, nos quedamos fuera de la realidad. Es preciso
usarlos a ellos y no ellos a nosotros, esto puede poner en riesgo hasta la vida
de pareja. El diálogo y las negociaciones pueden resolver el problema.
Así actúan los ladrones, observan el medio, se
infiltran silenciosamente, y cuando venimos a ver, ya se han llevado todo lo
que más nos gusta e interesa, que en este caso es nuestra pareja.
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