La relación de pareja se comporta
como un ser vivo que cambia con el tiempo, envejece y puede morir
prematuramente si no la cuidamos lo suficiente. Mantenerla en buen estado lleva
tiempo y trabajo. Pasada la primera etapa de la convivencia, se puede pensar que nuestra
pareja ha cambiado, que no es como antes. Quizá sea cierto,
pero quizá lo que ha cambiado es nuestra manera de mirarla. No estaría mal reconquistar la
intensidad y el bienestar que sentíamos al principio. Las razones por las que amamos, en
gran medida inexplicables, se deben a los movimientos inconscientes de nuestros
deseos. Ellos nos conducen hacia una u otra persona. Al comienzo de una relación somos conquistados por una avalancha
de afectos que nos hace sentir felices. Después surgen los conflictos que hay que superar para reconquistar el
lugar que deseamos tener junto a la pareja.
Los miembros de una pareja, por
mucho que se hayan querido, pueden devenir en dos desconocidos si no cuidan su
relación amorosa. Tienen que adaptarse a los
cambios. El amor evoluciona, cambia, como
lo hacemos nosotros. La vida
cotidiana, el trabajo, los hijos... pueden inundar la relación de pareja hasta
tal punto de que el espacio reservado para ella desaparezca. Las condiciones de vida tienen
efectos sobre nosotros y a esto hay que añadir los cambios internos que, si
permanecen inconscientes y no nos damos cuenta de ellos, pueden conducir a un
deterioro. Lo que
percibimos, entonces, es que la incomodidad se ha instalado entre los dos. Todo esto viene promovido por
repeticiones de modelos internos que hemos vivido en la infancia y que
reproducimos porque no recordamos la influencia que tuvieron. Decepciones mutuas que no se toleran,
deseos frustrados
Para reconquistar a la pareja,
primero hay que plantearse reconquistar los sentimientos personales que se
tienen en la actualidad hacia ella, y después pensar en qué le puede estar
pasando al otro para que se haya alejado. El deterioro coincide con la invasión de afectos
negativos, no expresados, hacia el otro. El odio, la rivalidad, la rabia que
pueden aparecer cuando creemos que el otro no nos comprende o cuando sentimos
que nos ha decepcionado. Todos estos sentimientos se dan en una pareja y, si no
se reconocen, acaban con el amor.
La pareja puede alejarse porque no aguanta algún aspecto nuestro y no lo dice. Una pareja estable promueve un equilibrio emocional y ese es el mejor excitante del deseo. Pero no siempre se da esa estabilidad. A veces sentimos al cónyuge como alguien que nos abandona, que nos frustra y censura.
Nos frustra porque, a medida que avanza la relación, vamos queriendo al otro en sus posibilidades y no en las que nosotros queríamos. Hay que aceptarle como es, nosotras tampoco somos tan ideales como nuestra pareja pensaba. Reconquistar a la pareja cuando la indiferencia se está instalando entre ambos supone destapar una caja llena de sentimientos que cada uno ha ido guardando. Quizá la explosión provoque de nuevo el encuentro entre ambos.
La pareja puede alejarse porque no aguanta algún aspecto nuestro y no lo dice. Una pareja estable promueve un equilibrio emocional y ese es el mejor excitante del deseo. Pero no siempre se da esa estabilidad. A veces sentimos al cónyuge como alguien que nos abandona, que nos frustra y censura.
Nos frustra porque, a medida que avanza la relación, vamos queriendo al otro en sus posibilidades y no en las que nosotros queríamos. Hay que aceptarle como es, nosotras tampoco somos tan ideales como nuestra pareja pensaba. Reconquistar a la pareja cuando la indiferencia se está instalando entre ambos supone destapar una caja llena de sentimientos que cada uno ha ido guardando. Quizá la explosión provoque de nuevo el encuentro entre ambos.
*Fuente: Mujerhoy.com
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