Nunca han hecho el amor y su
virginidad les encierra en un universo de silencio y de vergüenza. Difícil de
confesar y aún más de vivir en una sociedad que preconiza la libertad sexual,
estas personas se sienten distintas. Confidencias y análisis de uno de los
últimos tabúes sexuales.
Ana, 34 años: “Tengo la impresión de
que vivo en un mundo donde todos hacen el amor, salvo yo. Salgo a la calle y mi
mirada se cruza con un anuncio de una pareja desnuda estrechamente abrazada.
Voy al cine y rara es la película que no contenga alguna escena de sexo. Ojeo
las revistas femeninas y leo titulares en las portadas del tipo: “¿Es buen
amante?”. El sexo está por todos lados... menos en mi vida”.
Patricia, 36 años: “A los 18, la
virginidad inspira ternura; a los 36, es patética”.
Sebastián, 30 años: “Me veo
un tío raro y creo que ninguna mujer va a querer estar conmigo cuando sepa que
soy virgen. Me siento muy frustrado y me obsesiona este hecho”.
Todos tienen en común algo que en
nuestra sociedad actual resulta extraño y que ellos viven como una anormalidad:
el haber llegado a los 30 años y ser
todavía vírgenes. “Son los factores
sociales los que presionan a estas personas. Los medios de comunicación nos
informan que en la edad de inicio de las primeras relacionas sexuales está en
torno a los 16 años –señala el psicólogo clínico y sexólogo Vicente Prieto–.
Este dato hace que la virginidad a los 30 sea una situación poco frecuente y la
persona pueda percibirlo como ‘soy raro’, ‘no soy capaz de tener relaciones de
pareja’, ‘lo mío no es normal’ y que esto le afecte en su autoestima y en la
confianza en sus recursos para relacionarse.
Motivos inconfesables
En la mayoría de los casos, los
vírgenes no toman partido a favor o en contra de la virginidad. Todos tienen
buenas explicaciones que justifican esta realidad: demasiado trabajo, falta de
deseo, poco tiempo, ningún encuentro interesante... Pero quizá detrás se
escondan, sin ser ellos conscientes, otras razones que forman parte de una
historia dolorosa: relación insana con la madre, tocamientos no deseados o,
como señala el psicólogo clínico y sexólogo Esteban Cañamares, “miedo a
enfrentarse a aspectos sexuales propios que están dormidos u ocultos como puede
ser, por ejemplo, tendencias homosexuales, quizá tendencias masoquistas,
sádicas, miedo a la lujuria o al dolor”. Para no verse confrontados a este
problema, eligen inconscientemente no enamorarse. Viven en una especie de
parálisis de la relación hacia el otro donde el sexo sólo es uno de sus
aspectos.
Y, sin embargo, sería un error ver en toda virginidad tardía el indicio de algún trauma psicológico o una patología, como señala Cañamares. De hecho, en general hasta los 25 años no se considera una preocupación e incluso se ve como algo conmovedor. Hasta que llegan las dudas: “¿Estaré a la altura?”, “¿Sabré hacerlo?”, ¿”Cómo se lo digo?” y, sobre todo: “¿Soy normal?”. Y son estos miedos los que nos llevan a rechazar nuestro cuerpo y a temer el de la otra persona.
Y, sin embargo, sería un error ver en toda virginidad tardía el indicio de algún trauma psicológico o una patología, como señala Cañamares. De hecho, en general hasta los 25 años no se considera una preocupación e incluso se ve como algo conmovedor. Hasta que llegan las dudas: “¿Estaré a la altura?”, “¿Sabré hacerlo?”, ¿”Cómo se lo digo?” y, sobre todo: “¿Soy normal?”. Y son estos miedos los que nos llevan a rechazar nuestro cuerpo y a temer el de la otra persona.
“Sufro con mi virginidad –confiesa
Rafael, de 32 años–. Es como si me sintiera privado de una forma de
comunicación. Por eso, cuando me acuesto, cojo la almohada en mis brazos: así
tengo la impresión de estar abrazando a alguien. Me masturbo, claro, pero falta
la ternura”.
“A mí lo que me asusta es el dolor
físico, la penetración”, cuenta Mónica, de 31 años.
¿Tiene fácil solución? Sí, afirma
Esteban Cañamares: “Primero tenemos que revisar nuestros miedos: no centrarse
únicamente en lo sexual y observarse en otras áreas: si tenemos miedo a
relacionarnos, a crecer, a una relación afectiva. También deberíamos aumentar
la información que podamos tener sobre cuestiones sexuales: que los chicos
sepan que el que haya eyaculación precoz el primer día es normal. Podemos
también proponernos metas intermedias, disfrutar del otro a través de las
caricias”.
¿Qué les empuja a no hacer el amor?
. Algunas personas pueden
estar traumatizadas. Es posible que hayan sufrido tocamientos no
deseados o que hayan asistido a escenas de violencia sexual que les han marcado
y les han llevado a desarrollar una gran fobia al sexo. Traumatizados, evitan
todo contacto para no tener que enfrentarse con sus miedos.
. Demasiado románticos. Esperan la llegada del amor de su vida, y no quieren hacer el amor más que con la persona de la que se han enamorado. Es posible que no hayan conseguido olvidar a un primer amor desaparecido y se han mantenido fieles a un fantasma, a un ideal.
. Religiosos practicantes. En muchas culturas y religiones se empuja a sus fieles a mantenerse virgen hasta el matrimonio, como símbolo de pureza. Esto sucede en religiones como el islamismo o el catolicismo. Cuando no se casan, muchos de ellos siguen manteniendo y aplicando la escala de valores impuesta por los padres y por la educación recibida.
. Identidad ambivalente. Por motivos que suelen estar relacionados con su historia, con su infancia, no tienen muy clara ni determinada su identidad sexual. A menudo dicen que carecen de deseo, que no tienen ganas. Esta identidad ambivalente puede traducirse por una homosexualidad latente, sin llegar al acto.
. Inseguridad. Se sienten feos, poco atractivos, torpes, tontos y ponen en duda continuamente su poder de seducción. Su falta de autoestima les lleva a estar incómodos con su cuerpo y esto se traduce en estar mal en sus vidas. Algunas veces estas personas han sido víctimas de una relación muy fuerte con la madre: han podido tener una madre castradora o, por el contrario, demasiado intrusiva o ausente.
*Fuente: Elle
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