25 de agosto de 2013

La vida de un hombre en tacones




Nunca pasa desapercibido. Cuando Alonso Murillo Hinojosa se abre camino por los gélidos pasillos de la Universidad Iberoamericana en la Ciudad de México provoca que hasta los ladrillos rojos de las paredes retiemblen en su centro. En los 70 años que tiene de historia esta institución que pertenece al Sistema Educativo Jesuita (SUJ) –fundado por la Compañía de Jesús– nunca se había visto a uno de sus estudiantes enfundado en unos jeans ajustados, camisa de vestir, barba larga, chongo en el pelo y con un par de zapatos de tacón.
Así lo ha hecho Alonso Murillo desde hace cuatro años, lo que ha provocado distintas reacciones: desde hombres que fruncen el ceño ante una imagen nunca antes vista y profesores que se quedan sin habla, hasta mujeres que le aplauden por el dominio de la técnica y seguridad al caminar en taconazos.
El alumno de octavo semestre de la carrera de Diseño Textil ha corrido con suerte. Nunca nadie le ha impedido la entrada al campus, nunca ha sido agredido. Tampoco ningún sacerdote jesuita ha levantado un crucifijo ante sí para intentar exorcizarlo.
Aún así, no ha sido fácil para Murillo. El joven de 23 años y 1.63 metros de estatura ha tenido que “evangelizar” en su entorno y dejar claro que el uso de los zapatos altos no responde a querer transformarse en mujer, ni al travestismo, ni al
fetichismo. Mucho menos a que esté inventando la indumentaria para una nueva tribu urbana. “Lo que Alonso está haciendo es una investigación sobre la identidad de género”, asegura el coordinador de la carrera de Diseño Textil, el maestro Fernando Bermúdez Barreiro, quien resalta que cuando uno escucha hablar a Murillo no da señales de que sea algo transitorio, efímero o una moda pasajera. “Por eso se ha ganado el respeto de toda la comunidad”.
Con un tono casi pedagógico, Alonso explica que su propuesta consiste en jugar con ambos géneros y combinar lo que se ponen los hombres con lo que utilizan las mujeres.
“He usado bolsos, aretes… pero el poder que tienen los zapatos de tacón es mucho más fuerte que cualquier otro objeto. Los zapatos tienen mucho background de erotismo, lujo y poder. Si estudié diseño textil es para saber las historias de los objetos y yo poder crear una nueva historia con ellos”.

El primer reto en la Ibero
En agosto de 2009 Murillo Hinojosa ingresó a la Universidad Iberoamericana. En el primer semestre de la carrera, su profesora de la materia Concepto del arte a través del tiempo le solicitó a él y a sus compañeros que para presentar el proyecto de “Vestidos con metal” tenían que asistir “arreglados”. El día de la exposición, Alonso salió de casa por la mañana vestido con jeans, camisa, corbata y tenis. Subió a su coche una maleta. Recorrió los 40 kilómetros que atraviesa diariamente para ir desde Cuautitlán Izcalli, Estado de México, hasta Santa Fe. En cuanto llegó a la universidad, acomodó su auto en uno de los cajones del estacionamiento. Abrió la puerta del vehículo y sentado en el asiento del piloto sacó los pies del auto con el fin de que tuviera más espacio para quitarse los tenis y colocarse los zapatos de mujer que traía en la maleta.
Cuando cerró la puerta del auto supo que ya no había marcha atrás. Alonso se encontraba parado sobre los 12 centímetros de tacón que tenían sus pumps negros.  Su corazón sabía que era la primera vez que se ponía esos zapatos al interior de la Ibero y por lo tanto bombeaba la sangre desenfrenadamente. Comenzó a caminar de manera firme, apretando la quijada. Las manos lo traicionaron y le empezaron a sudar. Las piernas rindieron honores a la valentía y no titubearon un instante. Alonso atravesó el estacionamiento, bajó las escaleras de la explanada principal y cruzó los pasillos necesarios para llegar a su salón de clases. En milésimas de segundos observó cómo todos los que lo veían posaban la mirada en los tacones. A sus espaldas escuchaba el tsunami de comentarios. No se acobardó.
Apenas atravesó la puerta del salón sus compañeros de clase guardaron un sepulcral silencio. Nadie supo cómo reaccionar. Los estudiantes prefirieron enmudecer antes de ofenderlo queriendo hacer algún cumplido. Alonso se dirigió hacia su banca y se sentó. En el trayecto no hizo ningún esfuerzo por caminar de puntitas para que no se escuchara el sonido del tacón golpeando el piso. Al contrario. El eco anunció que el alumno Murillo Hinojosa había llegado y que no estaba solo. La profesora actuó, o más bien sobreactuó, como si nada estuviera pasando. En cuanto tocó el turno de que Alonso expusiera, los tacones eclipsaron la atención hacia su proyecto. Bastó que la concurrencia viera la naturalidad con la que se desenvolvía el compañero de la barba larga para llenarlo de elogios al final de la clase. Esa fue la primera vez que Alonso vio a todos sus compañeros de la Ibero desde otra perspectiva.

La vida desde las alturas
El momento que más disfruto de los tacones es cuando me apropio de ellos. Cuando los tengo puestos y puedo ver que esto es lo que soy. Aunque no lo creas la vida se ve de otra manera”, expresa Murillo, quien está consciente que no todo mundo simpatiza con sus ideales.
“Como la gente ve que soy hombre esperan que me comporte de determinada manera, pero no todos tenemos que comportarnos igual. Uno tiene que aprender a descubrir lo que le hace feliz y yo ya lo encontré. Quizás lo más complicado es romper los esquemas de la sociedad, pero será complicado para quienes lo ven así, no para mí”.
Murillo usa sus tacones sólo en ocasiones especiales. Dado que considera el tacón como un símbolo de elegancia, los usa cuando hay una celebración. No tiene un ritual específico pero sí aplica los trucos necesarios para que no le lastimen. Presume de saber bailar y correr con zapatos altos. “Me da risa cuando la gente dice que los zapatos son algo superficial. Los tacones tienen años de historia y precisamente eran los hombres de la monarquía francesa quienes tenían el privilegio de utilizarlos”.
Sin ser francés ni aristocrático ni de siglos pasados Alonso se ha convertido en un personaje emblemático de la Universidad Iberoamericana. Sus días en estas aulas están a punto de llegar a su fin debido a que ya concluyó los cuatro años de su carrera. Sin embargo, el joven Murillo será recordado como un hombre único e irrepetible que se adelantó a su tiempo, que le puso otro sazón a su vida y que de alguna manera logró que retiemble en su centro la Ibero, al sonoro rugir del tacón.

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