La
psicología sabe desde hace décadas que un niño poco tocado será un adulto con
dificultades de dar y recibir afecto. Pero estudios más recientes, como los de
la terapeuta norteamericana Phyllis K. Davis (publicados en el libro El
poder del tacto), han detectado que “la estimulación táctil del
bebé aumenta su habilidad general y su capacidad de aprendizaje”. Ya de
mayores, las personas sin miedo a tocar y a tocarse muestran mucha más empatía,
más identificación con lo que sienten los demás.
Una
buena pista de ello la dio en junio de 2007 el resultado de un experimento
realizado por el University
College de Londres, y
publicada también por Natural Neuroscience. El equipo del neurólogo Michael Banissy
descubrió que los sinestésicos, gente que, por ejemplo, tiende a tocarse en la
misma zona en la que ha visto a otros hacerse daño, son mucho más empáticos que
quienes simplemente miran. Es decir, se meten más en la piel del que sufre o
disfruta (nunca mejor dicho).
Esta
comprensión mutua de los sentimientos es la base de muchas terapias sexuales.
El sexólogo y presidente de la Sociedad Española de Intervención en Sexología, Manuel Lucas, es especialista en terapias por medio
del tacto. “Casi todas las disfunciones o problemas sexuales pueden tratarse a
base de aprender a acariciarse. La vida sexual mejora notablemente cuando enseñamos
a los pacientes a pasearse por la piel de su pareja en zonas en las que nunca
habían reparado”. Según Lucas: “Se trata de resensibilizar partes del cuerpo,
como por ejemplo los pies, que luego dan unas alegrías enormes a quienes los
redescubren”.
En general,
se trata de eliminar lo que los sexólogos llaman “ansiedad de rendimiento” (fijación
por el éxito del coito), que acaba en el excesivo protagonismo de los
genitales. Y es entonces cuando la anorgasmia femenina se sustituye por hasta
dos minutos (cronometrados en experimentos) de gritos, espasmos y gemidos, y
cuando las disfunciones eréctiles masculinas tornan en un vigor y una
sensibilidad renovadoras. Pero afortunadamente no hay una receta cerrada, y el
maravilloso misterio de cuál será el mejor método de aproximación a otro cuerpo
y a otra mente pervive; no está resuelto. La misma Universidad que ha dado con
la “velocidad del placer” descubrió en 2005 que hombres y mujeres no
respondemos igual al contacto corporal. En ellas, las caricias desaceleraban su
presión sanguínea, mientras que ellos permanecían más impasibles.
*Fuente:
Quo.es
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