Has
evolucionado y experimentado. Entonces, ¿por qué representa un reto tu primera
noche con una nueva pareja?
Pocas cosas nos vulneran más que un debut sexual. El primero, primerísimo
estuvo cargado de nervios y caos, porque era algo desconocido. Pero esta vez
sabes a lo que vas, o al menos a un esquema del hecho.
Lo
hueles, sabes que esta cita es estratégica y lo más probable es que vayan más
allá de besos y roces. Darán el salto al contacto a full. Y a casi todos nos pone algo
“temblorosos”. Naturaleza humana, por encima de todo porque nos urge mostrar
que somos no sólo competentes sino expertos, que estamos dotados de capacidad
para que nos disfruten. Pero, ¿cómo? ¿Qué integrar o descartar?
1.
Siéntete humano(a)
De inicio, deshazte de tus estorbos personales, de esos demonios que pueden
decirte casi conscientemente que no eres lo suficientemente bueno(a), en
cualquier aspecto.
Por
otro lado, focalizar tu atención en tu aspecto es otro clásico del sabotaje. De
ponerte a “buscarte defectos”, terminarás deformando tu imagen. No sucede a
nivel físico, pero tu nueva pareja lo percibe.
2.
Inicia la faena con el pie derecho
Previamente han tenido experiencias eróticas (de contacto), de exploración (y
autoexploración a solas), de vivencia del deseo; de ese “Ya quiero”. Pero con
seguridad cada uno trae sus historias de éxito y de fantasmas entre sábanas.
Mapas estratégicos de estímulos basados en la experiencias; trucos y posturas
que nunca les han fallado, pero también recuerdos de ocasiones en que las cosas
salieron mal.
Las
preocupaciones masculinas más frecuentes son lograr una erección adecuada y no
eyacular demasiado rápido. Las nuestras, conseguir que él llegue al orgasmo
(sí, por encima del nuestro), ser/parecer creativas y claro, que no resulte
doloroso.
Ambos
géneros trasladamos el éxito a la satisfacción del otro. Pareciera que ese es
el fin del contacto. Y no. Por ello, millones de camas arrastran conflictos de
por vida.
Sábetelo:
cada quien es responsable de su propio placer. Parecería egocéntrico, pero no.
Nadie puede enseñar a otro a sentir, ni lo que debe gustarle, ni a conocer su
cuerpo. No son responsables del placer del otro. En la tarea mental de hacer
que el otro goce, dedicamos todos nuestros esfuerzos en dar. Este es un proceso
de vivir el placer y compartirlo con el otro, de recibir y sentir, no de
pensar.
Si
cada hombre invirtiera su energía en reconocer sus sensaciones y quitarle la
carga a su pene, no habría pérdidas ocasionales de erección (no estamos
hablando de padecimientos relacionados con disfunción eréctil), y –de nuevo,
fuera de padecimientos- mantendrían un mejor control eyaculatorio. Porque no
hay que demostrarle nada a nadie. Sólo disfrutar.
3.
La técnica
Dejárselo al lenguaje del cuerpo siempre dará resultados naturales y
sorprendentes pero puedes preparar el terreno. Tanto para permitirte comodidad
como mejorar la experiencia. Recuerda, no vienes a satisfacer sino a compartir
tu satisfacción. Si tú no disfrutas, no habrá arte amatorio.
Y
apóyate en herramientas que aminoren esos miedos antes citados. En cuanto a la
erección, utiliza uno que tiene forma anatómica que soporta la firmeza del
pene.
En
cuanto al miedo femenino por sentir dolor, éste se debe a que el nerviosismo
siempre afecta la calidad de la lubricación, que claro, se mezcla con la
tensión pélvica por el mismo estrés. La clave: coloca una buena cantidad de lubricante
artificial.
Si
no quieres que ponerlo parezca una necesidad, utilízalo estimulando su pene
para cubrirlo del mismo y acércalo a tu vestíbulo vaginal. Incluso, masajea tu
clítoris, labios y entrada de la vagina con su glande bien lubricado. Con ello
será suficiente para que su pene se deslice fabulosamente.
¿Listos
para reestrenarse? Déjense llevar.
*Fuente: Elsy Reyes
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