Hay
sitios en el cuerpo femenino donde al pene le encanta pasearse. Es así con las
formas de los pechos, que les hacen soñar o incluso delirar y que a veces son
apreciados para un coito un poco especial. Una forma de variar los placeres.
La postura del pecho profundo, o
coito inter mamario, destaca el valor erótico de los senos de la mujer. Porque
si bien la primera cosa en la que un hombre se fija en una mujer son sus senos,
se desplaza luego por el sexo en sí. Claro que los senos reciben caricias
durante los preliminares, ya que evocan voluptuosidad y sensualidad. Son
mordisqueados, chupados, lamidos, besados, pellizcados… Estas sensaciones son
fuente de una cautivadora excitación para la mujer. Los pezones, estas flores
morenas o rosadas, endurecen al mínimo estimulo: demuestran que son muy
sensibles y por eso, a los hombres les encanta verlos y tocarlos.
Durante el coito, si el amante no
cuida mucho los pechos, la mujer se queda confundida por su balanceo y los
frotamientos contra la piel del otro o la sábana. Seguro que le gustará que su
pecho tenga de repente toda la importancia en la relación sexual y disfrutará
de
recibir las vibraciones y el martilleo del pene contra esta zona erógena de
su cuerpo. Antes de todo, habrá probablemente estimulado el pene con su boca o
sus dedos mojados con saliva, mientras que su amante inventará todas las
maneras para que brote su deseo.
En la postura del pecho profundo,
mejor vale que el pecho de la mujer sea generoso. El hombre se echa de espaldas
y la mujer se sube a horcajadas sobre él. Se arrodilla encima de su amante de
forma que sus senos envuelven el pene en erección y lubricado con saliva. Tiene
que cuidar de no dejar salir el miembro de su “cofre”, lo que no resulta tan
fácil porque no hay ningún músculo en los senos. Esto implica que debe plegar
un brazo contra su pecho para mantenerlo en su lugar.
No hay necesidad de usar un
preservativo, ¡a no ser que la mujer rehúse que el esperma la salpique! Los dos
senos envuelven y presionan el pene: con pequeños vaivenes, el prepucio se
retrae y deja el glande en contacto con la tierna piel de su pecho. La mujer
dirige las operaciones, su pareja se abandona a sus propias sensaciones,
gozando a la vez del espectáculo de esta “devoción” a su sexo. Mantiene a su
amante por los hombros y puede guiar sus balanceos, que deben ser lentos al
principio y más rápidos a medida que crece la excitación, hasta la eyaculación.
Algunos preferirán una posición
invertida, de la mujer con respecto al hombre: la vulva esta encima de su cara.
El pecho sigue siendo el receptáculo del pene, pero ahora, como en el 69, el
hombre puede realizar un cunnilingus y permitir que la mujer goce con
él.
*Fuente: Doctissimo.com
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