No se trata de un status temporal, sino de
la reivindicación de la soltería como un nuevo modelo en el que vivir en pareja
o casarse no es prioridad.
Regularmente hablamos de la soltería como un
tiempo intermedio mientras encontramos a
nuestra media naranja, viéndole las ventajas
de estar solo y sacar provecho de la exquisita libertad antes
de emparejarnos.
El prototipo de soltera ha sido explotado
a lo sumo (cine y TV), pero casi siempre gira en torno a la culminación de esa
soltería gracias al éxito amoroso, o un fracaso para levantarse e intentarlo de
nuevo. Tenemos desde Carrie Bradshaw hasta el viral "35 años y
soltera" de Paula Schargorodsky.
Desde hace más de una década, el modelo
de vida de los solteros tiende a adquirir rasgos cada vez más concretos hasta
llegar a una nueva definición: los neosolteros, los
que viven solos por convicción y no como “quedados” o que “se les pasó el tren”
como se juzgaba antes.
Ver la soltería como un estigma ya es cosa
del pasado. De hecho, para esta facción de solteros
buscar su otra mitad, casarse o compartir su vida en pareja, ni siquiera es
prioridad.
El término “neosoltero” realmente no es tan nuevo.
La primera en usarlo se le adjudica a Carmen Alborch, quien en
su libro "Solas: gozos y sombras de una manera de vivir" (1999), para
distinguir a estos de los que simplemente cargan con la etiqueta de
“no casados”, los definió así:
Son
profesionales muy calificados, desenvueltos, competentes, seguros de sí mismos,
con un alto nivel cultural.
No tienen por referente social la pareja, no
están obsesionados por la estabilidad económica, que ya han alcanzado, no
renuncian a las comodidades y más bien las buscan y saben disfrutarlas, no
quieren sufrir experiencias dolorosas o defraudantes en el terreno del amor, no
es para ellos una prioridad la