Hasta en las mejores relaciones se puede colar un tercero o tercera, y
me refiero a la infidelidad, aunque lo veamos muy lejos.
Cuando tenemos una relación, es frecuente que
sintamos que el otro o la otra nos pertenece, y eso lo reafirmamos con frases
como “mi novio”, “mi novia”, “mi esposo”, “mi mujer”, que nos dan la sensación
de que el compromiso que decidimos asumir por mutuo acuerdo, de compartir esta
etapa de la vida juntos, se convierte como en una especie de factura de compra,
y muchas veces sin derecho a devolución.
Este sentido de pertenencia, en muchos casos, hace
que lleguemos a pensar que por el solo hecho de ser pareja, las cosas
funcionarán bien y que seremos felices por siempre. Pero por sorpresa, nos
damos cuenta que el tiempo en una relación puede ser un gran enemigo si no
sabemos aprovecharlo, si no comenzamos a
elaborar una proyección de trabajo
constante en ese amor que nos une; si por las responsabilidades de la vida, el
estrés del trabajo, los estudios, los hijos, los amigos, y otras tantas
excusas, nos olvidamos de divertirnos, de mirarnos a la cara, de darnos ese
beso con ojos cerrados, de ir al cine y comer palomitas, de mojarnos en la
lluvia, de ir a la playa y besarnos en el agua; cuando ya no hay tiempo para
eso aparecen los fantasmas en las relaciones, esos seres que rondan como las
moscas al pescado, y ofrecen en bandeja de plata esa conversación que hace
mucho no tenemos, esa risa que tanto extrañamos, esa intimidad que se perdió, y
entonces se arma la de Troya.
El amor es como un negocio, si no se atiende, de seguro
caerá en banca rota, o aparecerá otro dueño o dueña que le interese
desarrollarlo y lo compre.
*Fuente:
Rexpuestas.com
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